domingo, 15 de diciembre de 2013

EL AZUL DE LA CARNE




El azul de la carne I (detalle), lápiz y técnica mixta sobre papel. © Juan Miguel Muñoz, 2013.


La noche primigenia de la especie es la del homínido, la noche en la sabana impenetrable atestada de peligros. Nuestros ancestros no conocían aún el palo como extensión amenazadora del brazo, ni tampoco la posibilidad de utilizar una piedra como arma arrojadiza. A semejanza del resto de los animales, su principal arma de ataque y defensa era la boca.
    
    Si bien la boca bestial del homínido fue la primera arma y antiquísimo eslabón inicial de una cadena que llega hasta el drone y el misil inteligente, fue también el órgano que desarrolló los rudimentos del lenguaje hablado. Al parecer, fue una facultad que desarrollaron primeramente las hembras para estar en todo momento en comunicación y no perder a las crías entre la maleza alta y densa de la sabana.



El azul de la carne II (detalle).


La complejidad simbólica y la riqueza polisémica de la boca se asientan  en el amplio abanico de funciones que ejerce —respiratorias, nutricias, defensivas, lingüísticas, eróticas—, muchas de ellas claramente anticipatorias de habilidades y técnicas asumidas posteriormente por las manos y las herramientas.
    
    La boca fue la primera arma; como atestiguan las antiquísimas siluetas de manos sobre las que se soplaron buches de color pulverizado, el primer pincel; y fue también un antecedente elemental de lo que llegaría a ser la imprenta.
     
    El mordisco violento de ataque o defensa es la primera prueba de imprenta, el gesto atávico de violencia extrema que prefigura no solo la imprenta de Gutenberg, sino también un sistema de impresión posterior y muy sofisticado: la cuatricomía o impresión en cuatro colores negro, cian, magenta y amarillo cuya superposición produce la imagen en color. Esa sucesión de colores no es otra que la evolución de las tonalidades del hematoma que todo mordisco violento deja en la carne hasta que desaparece.
    
    El paso del azul por la carne —El azul de la carne— es uno de esos estados, acaso el único memorable por ser de largo el más hermoso y perturbador.

El azul de la carne II, lápiz y técnica mixta sobre papel. © Juan Miguel Muñoz, 2013.

El azul de la carne III, lápiz y técnica mixta sobre papel. © Juan Miguel Muñoz, 2013.

El azul de la carne IV( detalle), lápiz y técnica mixta sobre papel. © Juan Miguel Muñoz, 2014.

La boca es una imprenta orgánica. La disposición de las piezas dentales en los maxilares es semejante a la de los tipos móviles en el componedor del cajista. La ortodoncia y la mecánica dental son operaciones de alineamiento de piezas móviles equiparables a la ordenación de los espacios y los tipos en la imprenta clásica; el objeto de ambas técnicas es idéntico: conseguir la regularidad y la armonía de la impresión, tanto si se trata de un texto sobre papel o de una dentellada pasional sobre el pecho del amante.
    
    A contrapelo de los valores que habitualmente se le atribuyen como elemento imprescindible para la difusión de la cultura entendida como factor de acercamiento y cohesión, McLuhan, Ong y Ramus, entre otros, vieron en la imprenta una tecnología extremadamente violenta, “…un arma lineal de agresión niveladora”. Nuestra humilde aportación a la vieja tesis de esos maestros es sugerir que acaso la violencia inherente a la tecnología de la imprenta le viene impuesta por su oscuro parentesco con la boca, primera arma y también primera imprenta.
    
    Según McLuhan, la “Galaxia Gutenberg”, el largo período en que nuestra cultura y hábitos quedaron a merced y fueron configurados por el carácter hipnótico de la cultura visual encarnada en la tipografía y la imprenta, quedó superada en 1905, cuando la Teoría de la Relatividad dio carta de naturaleza a algo inconcebible hasta entonces: el espacio curvo.
    
    La boca es mucha boca. Se anticipó a la imprenta y, según la mitología hindú, también a la noción del universo como espacio curvo.
    
    Así lo cuentan: unos muchachos dijeron a Yashoda que Krishna, su hijo, se hocicaba en el suelo y masticaba lombrices y barro. La madre lo llamó y le hizo abrir la boca para comprobarlo. Krishna era encarnación de un dios en cuerpo de niño; su boca no era como la de los demás. Yashoda vio abrirse los labios de su hijo y miró adentro. En el cielo de aquella boca vio las galaxias y el universo entero graciosamente pequeño y cóncavo como el paladar.


Yashoda ve el universo en la boca de Krishna. Postal hindú.




El azul de la carne es el título de una serie de dibujos que he comenzado con vistas a mi próxima exposición en el Espai Betúlia de Badalona. El trabajo es exclusivamente un comentario en imágenes de mis ideas acerca de la boca como imprenta primigenia y del mordisco violento como antecedente de los procesos de impresión en cuatricomía. No es, por supuesto, apología alguna de la agresión ni de la violencia de género o de cualquier tipo.



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