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Imagen de sonar de una de las naves de Sir John Franklin. La noticia del año. |
A consecuencia del poco tiempo que uno dedica a la prensa
diaria y al seguimiento de la actualidad, bien podría darse el caso, como así
ha ocurrido estos días, de que por vivir tan ricamente al margen del aluvión de
mero cascajo informativo me haya perdido la aparición de un verdadero diamante
en bruto, una de esas noticias imprevistas que solo aparece muy de tarde en
tarde.
Resulta que durante mi vistazo diario a la humilde estadística
de visitas que recibe este blog, desde hace un par de semanas venía observando que
las entradas "Erebo & Terror I" y "Erebo & Terror II" registraban una cantidad inusualmente
alta de movimiento. Ni le di importancia ni vi en ese hecho señal significativa
alguna más allá de suponer que las materias y el calendario de la enseñanza
global es idéntico en cualquier latitud, y que los escolares españoles, canadienses,
franceses y daneses (las nacionalidades que más frecuentaban el blog en esos
días) habrían comenzado a buscar en la red información para el que, pensaba yo,
bien podría ser su primer trabajo del curso 2014-15: La exploración del Ártico.
(Mínimo de dos mil palabras a doble espacio y a presentar, preferiblemente en
papel —a la maestra no le gusta leer en la pantalla—, antes del último viernes
de noviembre).
Tampoco supe ver indicio significativo alguno en el hecho —no
muy habitual, para qué engañarnos— de que desde nuestra web me llegara
durante esos días una petición de compra de un ejemplar de Erebo & Terror
precisamente. Detalle que, como digo, no acerté a valorar en un contexto más amplio,
y en el que únicamente encontré cierta delectación comercial.
No fue hasta el pasado lunes cuando mi buen amigo Ruy, que me lo comentó con cierto retraso, como si nada y pensando que yo estaría al caso, me
hizo caer en la cuenta de que todo tenía un sentido, y que el inusual flujo de
visitas a nuestro blog y la venta de ese desangelado ejemplar de Erebo &
Terror eran consecuencia directa de una noticia de calado, de la que yo no
tenía ni idea: el hallazgo efectuado, el pasado 7 de septiembre, de los restos
de una de las dos naves que Sir John Franklin llevó al Ártico en 1854 en misión
de descubierta del legendario Paso del Noroeste.
Y es que tras unos ciento sesenta años de búsqueda
infructuosa, se da por seguro que el pecio detectado por un sonar de barrido, que el gobierno
canadiense desplaza cada verano hasta las cercanías
de la isla O’Reilly, es sin duda alguna el casco hundido de una de las dos
naves de Franklin: el HMS Erebus o el HMS Terror.
La noticia del hallazgo la comunicó en rueda de prensa el
primer ministro canadiense Stephen Harper quien, al parecer, habría formado
parte de alguna de las expediciones de búsqueda. Dato insoslayable que vendría
a demostrar, una vez más, que lo de ser conservador y pasar muchas horas
sentado en un despacho es perfectamente compatible con una vida de acción. (Si
bien no lo hizo directa y frontalmente a la intemperie, sino de manera diferida
y haciendo trampa a través de la molicie del arte, hay que decir que en la
demostración de esa tesis trabajó con ahínco nuestro escritor de raza don Pío
Baroja, que pasó buena parte de su vida sentado frente a una mesa camilla y
escribiendo un extenso ciclo de novelas agrupadas bajo el título de Memorias de
un hombre de acción).
Esa es la noticia, y de momento poco más se sabe. Obviamente, la situación exacta del pecio, que se halla sumergido a unos once metros de
profundidad, no ha sido revelada. Ahora de lo que se trata es de seguir
indagando en la misma zona para localizar la nave que falta. Entiendo que en
breve se sabrá cuál de las dos es la que ha aparecido. No parece que esa
información se vaya a demorar mucho, ya que por datos relativos a su
construcción, de sobras conocidos, se sabe que ya a simple vista son naves muy
diferentes. El HMS Erebus es un navío clase “Hecla” de unas 370 toneladas, y el HMS Terror algo más pequeño, de clase “Vesubius” y de 320 toneladas.
La localización del HMS Investigator en 2010 —que por cierto
estaba sumergido a la misma profundidad: once metros— fue el último hallazgo
de reliquias árticas de importancia y,
al mismo tiempo, la inyección de moral y certeza que necesitaba el gobierno
canadiense para convencerse de que todos esos pecios esquivos están sin duda
cerca, de que había que perseverar hasta dar con el HMS Erebus y el HMS Terror, las dos
reliquias máximas de la exploración ártica.
Todo parece indicar que el dinero, medios, tiempo y celo
puestos en el empeño no han sido en vano, y que el HMS Erebus o el HMS Terror, una de las
dos naves que el 19 de abril de 1845 zarparon de Londres hacia
el sinuoso corredor del Paso del Noroeste, se ha dejado ver estos días en el
monitor de un sonar de barrido lateral. Llevaba ciento sesenta y siete largos
años desvanecida en el Ártico, inubicable.
†